Cuidar a nuestros hijos nos puede aportar más de lo que pensamos, si somos observadores y empáticos nos puede aportar a los progenitores interesantes enseñanzas y recordarles ciertas facetas olvidadas de su infancia que conviene mantener en la edad adulta, como la espontaneidad, la curiosidad, la capacidad de sorpresa, la inocencia o la confianza.
Los hijos pueden llegar a ser nuestros maestros, ya que son un espejo de nosotros; “Observan a los padres de arriba abajo, imitan muchos de sus comportamientos porque sus neuronas espejo están muy desarrolladas y nos conocen muy bien, por lo que también nos pueden enseñar mucho y dar muchas lecciones”, explica Darío Fernández Delgado
Algunas de las lecciones que podemos aprender:
Solución de problemas a través del pacto.
No merece la pena tomar partido en las disputas entre los padres. Podemos aprender que solucionar las disputas a través del pacto (o negociáis u os quedáis los dos sin el juguete).
Expresar los miedos o complejos delante de los hijos fomenta que los desarrollen ellos también.
No expresar el miedo o complejos delante de nuestros hijos, como puede ser "qué vergüenza, qué nervios..."
Ser congruentes con lo que pensamos, decimos y hacemos.
Evitar las incoherencias que no aportan ningún ejemplo, como en el caso de insistir a nuestros hijos que no jueguen mientras comen y dar mal ejemplo viendo la tele.
El valor de la empatía, una enseñanza impagable.
Cuando el niño diga una mentira, "Necesita que los padres se pongan en su lugar, que le dejen terminar de expresarse, que no le interrumpan, ni le juzguen, porque en caso contrario se corta la comunicación con los padres, ya que el niño o adolescente asimila que no vale la pena contar nada porque no le van a entender”, comenta Fernández
La inocencia como camino hacia la magia.
Un niño mejor que nadie es capaz de mirar sin culpa y con pureza. Una gran lección es aprender y recordar de los niños a asombrarnos ante la realidad como se presenta, esto provoca que todo parezca mágico y extraordinario.
Las consecuencias de usar el verbo ser y hacer.
El niño necesita una guía u orientación sobre cómo proceder o comportarse para gestionar mejor sus emociones, ya que el niño sabe qué es lo que hace mal. Debemos pesar muy bien antes de pronunciar frases como "Tú eres tonto, un quejica, un egoísta"
Alegría y disfrute del propio cuerpo y de los sentidos.
Vivir en un continuo presente, aquí y ahora, que es donde realmente sucede la vida.
La espontaneidad para ser auténticos.
Los niños se dejan llevar por sus deseos y su propia visión de las situaciones. Situaciones como negar un beso a alguien si no lo quieren dar o expresar su verdad sobre lo que sienten o perciben.
Recuperar el sentido lúdico como vía de aprendizaje.
Los maestros del juego nos pueden enseñar a probar y experimentar dentro del entorno seguro que establece la capacidad de jugar.
Ser creativos para liberarnos de prejuicios.
Tener una mente de aprendiz, con esto se consigue tener una perspectiva de la realidad libre de esquemas y prejuicios.
La confianza para espantar el miedo y la inseguridad.
La confianza y la certeza de que todo va a ser positivo o que cuando ocurre algo malo, lo vamos a superar. Los niños nos muestran cada día estos valores para no amedrentarse por los miedos o inseguridades.
La rebeldía como homenaje a nuestra autenticidad.
Evitar hacer lo que pueda ir en contra de nosotros mismos por agradar o encajar en el entorno. Imitar la capacidad de nuestros hijos de ser rebeldes tiene que ver con saber ser fiel a uno mismo.
Disfrutar de la curiosidad y la capacidad de exploración.
Podemos aprender de nuestros hijos a observar y preguntar para entender el funcionamiento del mundo. Nuestros pequeños maestros nos pueden enseñar a probar y equivocarnos. Experimentar sin miedo para descubrir algo nuevo cada día.