“Cuando sientas que vas a rendirte, piensa por qué empezaste”; “La mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a su tamaño original; “Disfruta las pequeñas cosas de la vida, algún día te darás cuenta de que son las más grandes”.
A lo largo de tu vida, seguro que, en más de una ocasión, te has encontrado con alguna de estas frases o parecidas. Frases que tienen la intención de animarte, de darte fuerza, de apoyarte… En definitiva, de hacerte ver que la vida no es tan mala.
Lo cierto es que estas frases, que son las típicas que aparecen en imágenes con fondos característicos y que se suelen enviar en cadena, pertenecen a un tipo de psicología muy particular: la psicología positiva.
No obstante, este tipo de psicología no es muy conocida, pero es importante conocerla, ya que es la que te ayudará a conseguir vivir una vida plena y llena de felicidad. Por eso, en este artículo te contaremos qué es la psicología positiva, cuál es su objetivo y cómo puedes aplicarla en los diferentes aspectos de tu vida. ¿Comenzamos?
¿Qué es la psicología positiva?
La psicología positiva es una rama de la psicología que, básicamente, se centra en la felicidad, es decir, el estudio científico de aquello que hace que nuestra vida merezca la pena, pero sin dejar atrás nuestros problemas personales.
Lo cierto es que es muy curioso, puesto que, durante décadas, la psicología se ha centrado en los trastornos, en las psicopatologías, los problemas de conducta… Y es hace poco cuando empezó a preocuparse por qué es lo que nos hace sentir bien y ser felices. Por tanto, no es aliviar el malestar de quien sufre psíquicamente, sino que se enfoca en estudiar los aspectos positivos de las personas para que estas se sientan mejor.
En este sentido, cabe destacar que la felicidad, según los expertos, depende de tres factores: un 50% de nuestro carácter, determinado genéticamente; un 10% de los sucesos que vivimos durante nuestra vida; y un 40% de lo que nosotros hacemos para ser felices. Y es en este último 40% donde interviene la psicología positiva.
De esta forma, su principal objetivo es potenciar, de forma equilibrada, nuestras fortalezas y darnos una visión, que sea más objetiva, de nosotros mismos. No obstante, esto no significa que seamos excesivamente positivos, ya que eso puede hacernos creer que somos invulnerables y a asumir demasiados riesgos.
Martin Seligman fue uno de los primeros en explorar la felicidad desde el punto de vista científico y, por ello, se considera el padre de la psicología positiva. Así, creía que el objetivo de la terapia no era aliviar o eliminar lo que nos hace infelices, sino fomentar lo que puede hacernos felices.
Es decir, el papel de la psicología positiva no es que estemos todo el rato felices y alegres, sino que seamos capaces de aceptar que hay momentos tristes, que discutimos y que nos decepcionamos. Nos ayuda a no centrarnos en lo malo y en encontrar aquello que nos proporciona bienestar y felicidad.
En este sentido, la psicología positiva se puede aplicar a muchos ámbitos, como el de la educación, las empresas, residencias de mayores, consultas… Además, también incluye virtudes cívicas e institucionales, que hacen que las personas tomen responsabilidades sobre su comunidad.
¿Cuáles son los pilares de la psicología positiva?
Algunos autores indican que la psicología positiva tiene tres pilares: los rasgos positivos de personalidad, las emociones positivas y las instituciones positivas.
El primero de ellos son los rasgos positivos de personalidad, que nos ayudan a ser mejores y más felices. En este sentido, Seligman y Peterson elaboraron una clasificación de fortalezas y virtudes humanas que actúan como barreras ante el trastorno mental, como la esperanza, el optimismo, el valor…
Así, encontraron 24 fortalezas humanas que se relacionan con un mayor grado de satisfacción en la vida. Generalmente, estas virtudes se agrupan en seis categorías: sabiduría y conocimiento, coraje, humanidad, justicia, moderación y trascendencia.
Por otro lado se encuentran las emociones positivas, que son esenciales para la prevención, tratamiento y afrontamiento de los problemas. Entre ellas, por ejemplo, destaca el optimismo, el humor y la risa, la resiliencia y el crecimiento postraumático, la creatividad, la serenidad, la gratitud, el orgullo, la alegría, el entusiasmo y la esperanza.
Por último, las sociedades actuales deben aspirar a tener un conjunto de instituciones positivas, que fomenten las emociones positivas y las fortalezas personales. Instituciones como, por ejemplo, la familia, la educación, la democracia…
Siguiendo en la misma línea que Seligman, el padre de la psicología positiva también explicó tres dimensiones de la felicidad que se deben cultivar: la vida placentera, la buena vida y la vida significativa.
La primera de ellas consiste en buscar los placeres de la vida y, por tanto, experimentar el máximo número de emociones positivas que podamos, de vivir cada momento como si fuese único.
Con la buena vida se refiere a que descubrimos nuestras virtudes y fortalezas, y las utilizamos para mejorar nuestra vida, mientras que con la vida significativa, es encontrar una profunda sensación de realización, de satisfacción, utilizando, para ello, nuestras fortalezas.
¿Cómo podemos aplicar la psicología positiva en nuestra vida?
Es muy importante aprender a disfrutar de lo positivo de nuestra vida, pero, para ello, hay tenemos que conocer nuestras fortalezas. ¿Cómo? Con los seis grupos de virtudes de Seligman.
El primero de ellos es la sabiduría y el conocimiento. Este engloba la creatividad, que es el pensar formas nuevas de hacer las cosas; la curiosidad, tener interés por todas las experiencias que te ocurren; la apertura de mente, pensar las cosas con profundidad y desde todos los puntos de vista posible; el deseo de aprender y tener perspectiva, es decir, ser capaz de proporcionar consejos sabios a otras personas.
El segundo grupo es el del coraje, que contiene la valentía, no atemorizarse ante una amenaza o desafío; la persistencia; la integridad, decir la verdad; y la vitalidad, acercarse a la vida con excitación y energía.
En cuanto a la humanidad, se encuentra el amor, que incluye valorar las relaciones que tenemos con los demás; la bondad y la inteligencia social, es decir, ser conscientes de los sentimientos de uno mismo y de los demás.
El grupo de la justicia se divide en civismo y trabajo en equipo, ecuanimidad y justicia y liderazgo, mientras que el de moderación incluye capacidad de perdonar, humildad y modestia, prudencia y auto-regulación.
Por último se encuentra la trascendencia, en el que está el saber apreciar la belleza, la gratitud, la esperanza, el humor y la espiritualidad.